Durante años se ha tratado al mundo empresarial como un entorno frío, mecánico, pragmático y enfocado a las ganancias o la dominación. Sin embargo, todos los que han ocupado posiciones de liderazgo desdicen este estigma y dan fe de la inmensa emocionalidad que rige la dirección empresarial. La robótica percepción de la gestión de los negocios contrasta con el continuo malabarismo emocional de empleados, proveedores, clientes y socios.
Lo cierto es que las relaciones humanas en los negocios tienen en las emociones un factor de apalancamiento que no puede pasar desapercibido por un líder exitoso. Los negocios están regidos, direccionados y enfocados en los seres humanos. Ignorar que las emociones son determinantes en las decisiones, conductas y resultados de la gestión, es el primer paso hacia el fracaso empresarial.
Liderar sin considerar a la gestión emocional como factor cardinal en la toma de decisiones es uno de los errores más comunes en la gestión empresarial que nos hemos encontrado a lo largo de los años en Programa 10.
Las emociones como base del comportamiento humano
Hasta que Sir Francis Bacon y los empiristas introdujeron la evidencia y la experiencia como base metodológica, las emociones dominaban la escena científica mundial. Durante 1500 años, la emocionalidad del ser humano fue considerada como el único elemento médico, filosófico y psicológico pertinente en la humanidad. Las teorías hipocráticas de los cuatro humores fueron establecidas como la base rectora de la salud física y mental de los seres humanos. Escondidas en el último cajón del olvido durante más de 5 siglos, la importancia de las emociones fue rescatada, irónicamente, por la misma ciencia que la destituyó.
La medicina basada en evidencias, los escáneres cerebrales y el avance de la tecnología de análisis cerebral ha rescatado la importancia de las emociones. Se han hallado evidencias irrefutables del efecto de la emoción en la producción de neurotransmisores. Estos elementos como definitorios de la conducta, la toma de decisiones y de la reacción ante estímulos, se han identificado, analizado y cuantificado.
La teoría del cerebro triuno de Paul McLean en 1970, describió los grados de evolución del cerebro humano y su importancia en la reacción ante estímulos. Los estudios de McLean describieron al cerebro como una mezcla de supervivencia, emocionalidad y racionalidad. Estos estudios sirvieron como base para el desarrollo de las teorías de las múltiples inteligencias de Howard Gardner en 1983. En estos estudios se describe la inteligencia emocional como una de las 9 inteligencias del ser humano.
Todo este análisis tocó la cima con la edición de dos libros considerados como biblias del liderazgo a nivel mundial. ‘Influencia’ de Robert Cialdini e ‘Inteligencia Emocional’ de Daniel Goleman, ambos describen como la gestión emocional es imprescindible en la dirección empresarial.
El tablero emocional: Manual de uso
Paul Ekman, uno de los psicólogos que más han estudiado la gestión emocional como ductor del comportamiento humano, realizó un estudio detallado de las emociones. El alcance de sus análisis describe que nos regimos por 6 emociones básicas, universales y comunes a todos los seres humanos.
Ekman determinó que sin interferencia de niveles cognitivos, académicos, culturales o étnicos, los seres humanos tenemos las mismas 6 emociones:
- Miedo
- Asco
- Ira
- Alegría
- Sorpresa
- Tristeza
Estas emociones se compensan y complementan con 8 emociones de segundo grado en un abanico que rige la conducta humana en diferentes escenarios. La diversión, desprecio, excitación, culpa, orgullo por logros, alivio, satisfacción y vergüenza, son las emociones secundarias y complementarias. Cada emoción tiene una manifestación facial determinada en el lenguaje corporal y que son prácticamente imposibles de ocultar de manera consciente.
La emoción se determina como la expresión más pura y natural del ser humano de un pensamiento o una posición conductual. Una de las utilidades más prácticas en el liderazgo y dirección empresarial de estos estudios es que permiten determinar la reacción ajena ante determinadas situaciones.
La toma de decisiones de una persona será determinada en un elevado porcentaje por la emoción que despierte y la conducta que se genera en consecuencia. Por encima de la lógica o el pensamiento racional, las emociones juegan un papel ineludible en las reacciones, comportamientos y deseos. La búsqueda de refugio, la huida o el ataque son las reacciones naturales del ser humano y que están signadas casi en su totalidad por la inteligencia emocional.
Una cámara hacia el interior
La conducta de un empleado, un cliente o un directivo, tienen el mismo rango emocional y reactivo dependiendo de la interpretación de determinadas situaciones. Si hacemos un ejercicio de observación ante una presentación de ventas, un informe de gestión o una nueva política, podremos tener un recurso hiper valioso. Aprender a identificar la emoción que pueden generar diferentes estímulos, puede ser decisivo en la corrección de rumbo o afianzamiento de un enunciado.
El ser humano tiene una incapacidad supina para ocultar las emociones a través del lenguaje no verbal y la expresión facial o corporal ante situaciones diferentes. Existe una comprobada conexión entre los pensamientos conscientes, la producción de neurotransmisores y la actividad muscular inconsciente. Un pensamiento genera una emoción que repetida de manera continuada produce un sentimiento y por lo tanto, una línea de conducta o una reacción específica.
Estimular las emociones puede iniciar un ciclo de producción de sentimientos e influir en la acción, reacción y toma de decisiones de los receptores. Un líder de éxito puede detectar casi de manera inmediata estas reacciones corporales de expresión subconsciente de las emociones del receptor. Dependiendo del objetivo planteado, estas reacciones pueden determinar si se requiere cambiar los parámetros de estímulo o por el contrario, afianzarlos.
Desde el punto de vista comunicacional y persuasivo, identificar la manifestación de emociones negativas y positivas es fundamental para el éxito del liderazgo.
El lenguaje corporal: El diccionario emocional
Esconder las emociones espontáneas es virtualmente imposible para el ser humano. Interrumpir el fluido eléctrico que se produce entre el cerebro límbico y los músculos faciales es orgánica y físicamente involuntario. Sin embargo, muchas personas han aprendido a enmascarar muy hábilmente estas reacciones y requieren de un ojo muy entrenado para poder detectarlas.
El enrojecimiento facial, las arrugas, crispación de los vellos, rigidez corporal o la posición de las manos expresan mucho más de lo que perciben los oídos. Dominar la lectura de las expresiones, posturas y movimientos faciales o corporales del interlocutor es crucial en la detección de emociones. Entender el proceso de pensamiento que secunda a una expresión emocional puede marcar la diferencia en la gestión empresarial de éxito.
La gestión de la inteligencia emocional, la capacidad de detectar emociones en los demás y la lectura del lenguaje no verbal, son totalmente entrenables. A través de un programa de capacitación de liderazgo, un líder empresarial puede adquirir las técnicas, conocimientos y herramientas para una gestión emocional eficiente. Una reprogramación de la visión emocional de los demás y aprender a transformar las emociones negativas en positivas es un rasgo del liderazgo invaluable.
Un programa de desarrollo directivo inmersivo y progresivo puede proveer las herramientas para gestionar las emociones propias, del equipo y los clientes. Disponer de las estrategias de persuasión e influencia desde la emoción, puede producir en los demás el resultado que deseamos de manera muy efectiva. El dominio de la gestión emocional marca la diferencia en la dirección y el liderazgo del siglo XXI.